jueves, 30 de mayo de 2019

Madrid, desafío capital

 



Al sur del río Manzanares, en una esquina de Usera, como si fuera el Aleph, un punto concentra la transformación de Madrid en los últimos años. El restaurante se llama Pollo Asado Sudamérica, pero lo regentan unos asiáticos. El nombre está escrito en enormes caracteres, en español y en chino. Y ofrece en su menú, colgado a la entrada, un batiburrillo propio de este distrito con un 30% de nacidos en el extranjero, el más mezclado de la ciudad: patacón, yuca y salchipapa; bravas, croquetas y calamares; rollitos de primavera y tempura. El lugar desprende un olor a fritanga intercontinental que impregna la ropa. Los precios son competitivos. Por allí pasan familias latinas y jóvenes modernos a partes iguales.
Pollo Asado Sudamérica se encuentra en el cruce de las calles de Marcelo Usera y Nicolás Usera. Siguiendo esta última se encuentra Espacio Oculto, un antiguo taller de aluminio reconvertido en un estudio para artistas. De aquí han partido iniciativas como el cine de verano Cinema Usera o el documental Usera en un día. Cuando lo visitamos, en su interior nos topamos con un emprendedor californiano que definió este distrito como "la jungla", pero una jungla extraña, en la que se escupe al suelo y los chinos circulan en Mercedes; con un francés místico dedicado a escribir y a las antigüedades, que había venido a Madrid a probar suerte; con un artista plástico brasileño que trabaja con el vidrio, y con un diseñador gráfico de Usera que aún recuerda las calles sin asfaltar, las casas bajas de los migrantes españoles de los sesenta y las luchas vecinales de los ochenta. "Orcasitas [uno de los barrios de Usera] era marginal no, lo siguiente. Casi no iban ni los taxistas". Hoy están subiendo los precios, constata mientras muestra en su portátil el diseño en el que se encuentra trabajando: unos patos para estampar en bolsas de algodón que quiere introducir en los mercados con el lema "Usera sin plásticos". Lo de los patos, añade, tiene explicación: son las ánades reales de nuestro estanque de Pradolongo.
La Gran Vía en hora punta. Por esta calle pasan casi 90.000 personas diarias los sábados, según datos del Ayuntamiento.
La Gran Vía en hora punta. Por esta calle pasan casi 90.000 personas diarias los sábados, según datos del Ayuntamiento. 
Pradolongo es un parque con regusto a democracia reciente inaugurado por el alcalde Tierno Galván en 1983. A una manzana de sus jardines, en el primer piso interior de un bloque de ladrillo visto, vive Alicia Madoño, española de origen peruano, cerca de los 60 años, junto a sus dos hijos y sus dos nietos, en 50 metros cuadrados. Alicia, que llegó a España en 2003, cuida a personas mayores para una subcontrata del Ayuntamiento. Su hija lo hace en una residencia. Su hijo conduce desde la tarde hasta la madrugada un coche de Cabify. Antes era de Uber. Viven juntos en este domicilio de Usera, que fue propiedad de la matriarca desde 2004 hasta 2010, cuando los desahució el banco que se quedó la vivienda. Fueron readmitidos poco después, pero ya como inquilinos, a cambio de una renta mensual de 400 euros. En 2016, el banco vendió el piso a un fondo y hoy ese fondo está interesado en renegociar al alza las condiciones del contrato. Alicia Madoño, con ayuda de la asociación Sindicato de Inquilinas, ha hecho oír su caso. Con su nivel de ingresos no se ve capaz de hacer frente al incremento de precios. "Vienes al mundo con nada y te vas con nada", resume esta mujer.
"En Madrid el privilegio es vivir donde uno quiere", apunta el Sociólogo Andrés Walliser 
Usera es un distrito que vive un proceso de gentrificación (el proceso mediante el cual la población original de un barrio céntrico y popular es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor) de manual. Según definen Daniel Sorando y Álvaro Ardura en su libro First we take Manhattan. La destrucción creativa de las ciudades, los pasos de este proceso se suceden: abandono, estigma, regeneración, mercantilización y, a veces, resistencia. La gentrificación significa que algo está pasando en la ciudad.
Tras el derrumbe económico, la capital de España muestra hoy cifras propias de un estado de ebullición: durante el primer semestre de 2018, la región lideró la inversión extranjera en España al atraer 8.383 millones de euros, el 70% del total nacional y un 43,7% más respecto del mismo periodo en 2017; el número de pasajeros del aeropuerto de Barajas se ha incrementado en un 45% desde 2013, hasta alcanzar la cifra récord de 57 millones el año pasado; la capital atrajo a más de 10 millones de turistas en 2018, un 30% más que en 2013. En esos mismos cinco años, las calles se han llenado de patinetes eléctricos (se han autorizado 10.000), coches eléctricos compartidos (unos 2.500), motos enchufables (4.680) y bicis eléctricas públicas (unas 2.000). Mientras, sus vecinos han ido aprendiendo el significado de las siglas VTC, los límites precisos de una zona de acceso restringido para vehículos contaminantes (Madrid Central) y las bondades y desdichas de los alquileres turísticos, regulados con polémica (se prevé el cierre de unos 10.000).
El comisario general de la Policía Local de Madrid, Teodoro Pérez, usa otra medida para tomar la temperatura a la capital: se han incrementado un 7% los "servicios planificados", aquellos acontecimientos para los que se requiere un dispositivo especial de sus efectivos. Conciertos, congresos, manifestaciones, maratones, visitas de jefes de Estado, el Rey en movimiento. En Madrid, a todas horas están pasando cosas. "Esa es su servidumbre por la capitalidad".
El puente de Perrault , en Madrid Río.
El puente de Perrault , en Madrid Río. 
En el recinto ferial de Ifema, por ejemplo, se celebraron 594 encuentros en 2017, un 23% más que en 2013. Una mañana de marzo tiene lugar el Congreso Mundial de Navegación Aérea, que reúne a profesionales de más de 130 países. Entre el barullo se encuentra un grupo de malasios. Comentan el atractivo de la ciudad: "Permite unir ocio y negocios; hay que encontrar el equilibrio correcto". Esta noche cenarán en el Hard Rock Café y quieren ir otro día al clásico asador Botín. Hablan de Goya en el Museo del Prado y del Guernica, de Picasso, en el Reina Sofía. Uno de ellos ha venido al congreso por quinto año consecutivo. Se ha cogido unos días para aprovechar y moverse por España cuando termine.
"En el ambiente se percibe una mejora de la confianza", según el director de un congreso en Ifema
El certamen se celebró en Madrid por primera vez en 2013. Han renovado su contrato hasta 2023. "Empezamos con 5.000 asistentes y este año recibiremos 9.000", dice Ken Carlisle, director de exposiciones de la Asociación de Control de Tráfico Aéreo, que organiza el evento. "Algo debe de estar haciendo bien la ciudad". Si hacemos caso a su percepción, la de un extranjero que nos visita cada año desde 2011: "Noto en el ambiente una mejora de la confianza en Madrid".
"Madrid está efervescente. Con mucha vida, muy de pie", dice Manuela Carmena, la alcaldesa de la ciudad. La regidora recibe en su despacho en el palacio de Cibeles, también de pie, tras recuperarse de una rotura de tobillo. Trata de definir el municipio: "Es una ciudad liberal. Muy tolerante. Ha logrado quitarse una etiqueta que era impostada, pero era suya: la de ser la capital del régimen. El alcalde Tierno significó el primer despertar. A mí me ha tocado participar en un segundo, después de años de un Ayuntamiento conservador". En su opinión, Madrid ha entrado en la categoría de "ciudad global". Y eso exige estar alerta para no perder su esencia, reforzando para ello la vida de barrio tanto como la del centro. Pero no cree que vaya a perder algo que la define: "Es una ciudad en la que se habla en los autobuses, en las tiendas, en la que se acaricia a los niños. En Estados Unidos le haces una caricia a un niño y llaman a la policía. Aquí te enrollas. Y siempre salen conversaciones. La gente tiene ganas de hablar".
La alcaldesa asegura que no sueña con la ciudad. "La vivo. Supongo que tiene que ver con la biología. Cuando eres mayor [tiene 75 años] sueñas menos. Los sueños son para los jóvenes". Pero dice que le gustaría dejar tras de sí una línea de conducta, "y que nunca haya retrocesos". Implicaría recuperar la historia de la ciudad. "Madrid la ha despreciado; fue la capital del mundo; hay baúles llenos y los estamos abriendo". Segundo: "Que se convierta en capital de la innovación. El salto se da cuando la sociedad tiene capacidad de generar invenciones sociales y científicas". Tercero: "Tiene que ser una ciudad verde, una sociedad sostenible. Donde seamos un ejemplo de la anticontaminación, ya lo estamos siendo. En asuntos de movilidad estamos en primera línea".
"Las polis están resurgiendo y vuelven a ser protagonistas", dice la alcaldesa, Manuela Carmena
'Brushstroke' (pincelada), la escultura de Roy Lichtenstein a la entrada del Museo Reina Sofía, el más visitado de Madrid.
'Brushstroke' (pincelada), la escultura de Roy Lichtenstein a la entrada del Museo Reina Sofía, el más visitado de Madrid. 
Si tuviera que comparar Madrid con otra capital, sería Berlín, con la que comparte un pasado de "conmoción". "Me identifico con ciudades que son globales ya y que van a serlo más, pero que tienen una juventud y una fuerza muy grandes, mucho más de lo que puedan tenerlas París o Londres". Asegura tener buena sintonía con los alcaldes de estas tres y que esa relación permite que las grandes urbes puedan saltarse hoy el resto de estructuras, como la región y el Estado, para lanzar sus iniciativas. "No tienes más que mandar siete e-mails; estamos todos conectados". Y añade: "Las polis están volviendo a desempeñar el papel que tuvieron en su momento: eran centros de libertad frente a otros grupos, que eran los reyes. Esa reivindicación de la polis como asentamiento humano convencido de que tiene un protagonismo que desempeñar creo que es clarísima. Y está resurgiendo". Se despide señalando uno de los grandes retos pendientes: agilizar la maquinaria burocrática, "un corsé" en estos tiempos ultraveloces.
Madrid es hoy un laboratorio. Un campo de pruebas del futuro. Ha despertado de su letargo con vocación global. Y entre sus muros se ensayan fórmulas para plantar cara a los desafíos del siglo XXI. El de la vivienda es quizás uno de los mayores, según el sociólogo urbano Andrés Walliser, con gente nueva que llega cada día y otra que se ve expulsada a la periferia: "En Madrid el privilegio es vivir donde uno quiere".
Vista de La Vela y las cuatro torres de la zona financiera de la ciudad.
Vista de La Vela y las cuatro torres de la zona financiera de la ciudad. 
Carlos Stilianopoulos, por ejemplo, vive cerca del Palacio Real y trabaja en la Torre Serrano, un cubo de vidrio y acero en la "milla de oro". En el hall del edificio no hay nombres. Pero aquí tienen su sede el fondo Cerberus —que compró el 80% de los activos de vivienda del BBVA—, Bank of America y otras boutiques financieras. En la cuarta planta, estrecha la mano el citado Stilianopoulos, director de Beka Finance, sociedad de valores nacida de la extinta Caja Madrid. Da su visión sobre el auge de las inversiones: "España está de moda, hay muchísimo dinero de extranjeros. Por la crisis, el país está barato con respecto a otros eu­ropeos. Son sobre todo inversiones en inmobiliario. Empezaron comprando oficinas y hoteles, luego entraron en el sector residencial. El problema de Cataluña también ha influido. ¿Y por qué Madrid? Porque lo tiene todo: la infraestructura, un clima único y a las personas. Siempre ha sido muy acogedora. Tiene un aero­puerto de primer nivel. Autopistas y autovías. El mejor transporte ferroviario del continente. Y es barata en comparación con otras ciudades europeas". Sin embargo, alerta: "No hemos visto ni nuevas empresas, ni grandes inversiones en empresas. Todo se centra en inmobiliario, que está bien, pero al final la economía es más que este sector. Los fondos compran vivienda, la alquilan con una rentabilidad del 3% al 5% y la idea de vender en 8 o 10 años". Ese es el reto: "¿Qué pasará cuando estos fondos quieran desinvertir?".
El arquitecto de Madrid Río sueña con llenar la ciudad de ejes verdes similares: "Madrid es agua"
Sergio Martínez, en cambio, es vecino de Villaverde, el segundo distrito más deprimido de Madrid. Se encuentra al sur de Usera y es allí donde Madrid pierde su recto nombre y acaba en un polígono desangelado donde se mezclan prostitutas y fogatas. Martínez, de 35 años y nieto de un obrero que migró del campo a este antiguo polo industrial para trabajar en una fábrica de automoción, estudió ingeniería informática en la Universidad Carlos III de Madrid (llamada en sus inicios "la universidad del sur"). Fue empleado durante un tiempo en una multinacional de videojuegos. La compañía cerró hace más de un año. Y él, tras el despido, paseando un día por su barrio, notó que había movimiento en la antigua fábrica de ascensores de Boetticher y Navarro, una catedral de hormigón que se levantó en los años cuarenta, cerró en los noventa ypermaneció clausurada hasta 2018. Martínez, que por entonces había empezado a desarrollar un videojuego propio desde casa, entró y descubrió que la fábrica acababa de reabrir con el nombre de La Nave: un espacio público (de gestión privada) donde coexisten una miríada de iniciativas tecnológicas y de innovación.
La directora de La Nave, Azucena Elbaile, nos guía a través del interior de hormigón, señalando: "Aquí se reúnen las comunidades de desarrolladores y de makers; aquí, los alumnos de los talleres". Fuera, en unos contenedores, se encuentran las start-ups, que necesitan más espacio: "Estos van a poner un satélite en órbita", dice. En un edificio adyacente hay de todo: proyectos de realidad aumentada, exoesqueletos,apps... Entre ellos se encuentran Sergio Martínez y sus colegas de Retro Forge Games, que acaban de cumplir un año desarrollando su videojuego Souldiers, de estética pixelada y colorida. La idea, se lee en la web de La Nave, es generar proyectos innovadores "para transformar la ciudad". No tienen por qué ser del barrio. Pero al encontrarse en Villaverde, frente a una colonia de realojo y rodeados de esqueletos de la era industrial, la fábrica parece llamada a cambiar el paisaje. Urbano y humano.
De este tipo de transformaciones sabe bastante el arquitecto Fernando Porras-Isla, un proyectista obsesionado con el agua: "Madrid es agua", dice en su estudio ubicado en El Viso, el segundo barrio más rico de la ciudad. El arquitecto se explica. Su nombre árabe, Mayrit, hace referencia a sus manantiales. Y dos de sus escuetos cauces, el del Manzanares y el del arroyo Abroñigal, trazan la forma de una "i" griega: junto al brazo oeste de la "Y" se asentó una fortaleza musulmana que seguiría creciendo hasta que siglos más tarde, en 1561, se convirtió en capital de un imperio. El siglo pasado, el Manzanares y el Abroñigal se convirtieron en los tramos oeste y este de la M-30, la autovía que circunvala Madrid. La carretera desconectó barrios. El río se volvió un paisaje acorralado. Entre 2006 y 2012 se transformó y renació. Hoy es uno de los parques más paseados y revolucionarios de la nueva ciudad: Madrid Río.
Pollo Asado Sudamérica, un restaurante en Usera, el distrito de Madrid con mayor porcentaje de nacidos en el extranjero.
Pollo Asado Sudamérica, un restaurante en Usera, el distrito de Madrid con mayor porcentaje de nacidos en el extranjero. 
Se "cerró una herida", dice el arquitecto. Su estudio, Porras La Casta, fue uno de los artífices del proyecto que soterró la M-30 y convirtió en espacio público verde una carretera infernal. Madrid Río ha recibido galardones de renombre. En 2015, el jurado del Premio Veronica Rudge, que concede la Universidad de Harvard, destacó su capacidad para facilitar "nuevas formas de movilidad y reconectar barrios". Porras-Isla sueña con un Madrid plagado de corredores verdes relacionados con el agua. Estos días, el arquitecto comienza una nueva obra en la plaza de España. La propuesta conjunta de su estudio y de Estudio Guadiana resultó ganadora en 2017 del primer experimento municipal de "votación ciudadana" de la era de Carmena. Bautizado como Welcome Mother Nature, el proyecto ya ha empezado a ejecutarse. Para el arquitecto se trata casi de una extensión de Madrid Río: pretende recuperar la zona como un eje verde que vierte al Manzanares, desde Gran Vía hasta Príncipe Pío.
"Madrid es una de las capitales más segregadas de Europa", advierte el catedrático Jesús Leal
En su opinión, uno de los desafíos de Madrid será hacer frente a su tamaño. La ciudad ya no es una ciudad, sino un área metropolitana. "El territorio municipal está casi agotado para el crecimiento". Esto determinará su transformación. Habrá de explorarse "la condición de crecer hacia dentro". Y regresando al asunto de las aguas, señala la ironía de que los flujos humanos en Madrid discurren al revés que los ríos: cada mañana, los atascos de la M-30 arrancan en el sur y remontan en sentido norte.
Manifestación reivindicando el uso de la bicicleta en Madrid.
Manifestación reivindicando el uso de la bicicleta en Madrid. 
En la ciudad viven 3,2 millones de personas. Pero la usan a diario gran parte de los más de 6 millones de la región e, incluso, de más allá. Dentro del perímetro urbano se hacen 2 millones de trayectos en coche cada día. La tendencia es a la baja desde 2005. Y se observa un repunte en el uso del transporte público, con 4,2 millones de viajeros diarios en toda la Comunidad de Madrid, según el Consorcio de Transportes. "Esta mejora del tráfico se ha acelerado con Madrid Central", asegura Francisco José López Carmona, director general de Gestión y Vigilancia de la Circulación de Madrid. "El descenso no es solo en el interior de la zona restringida, es también en las calles colindantes".
Hoy, 4 de cada 10 vehículos que entran en Madrid Central son taxis y VTC. La medida ha provocado un incremento de 33.000 viajeros de autobús diarios en la zona. En palabras de López Carmona, "la sociedad estaba madura" para una medida que también ha reducido las emisiones de dióxido de carbono y de óxidos de nitrógeno. Para él, una clave del cambio de modelo es la "intermodalidad": se usa más el transporte público porque se puede combinar con un coche compartido, un patinete, una bici pública. "Este es el transporte favorito de los jóvenes", dice señalando su teléfono. Vislumbra una movilidad futura más "coordinada", en la que la intermodalidad y los medios de locomoción públicos sean lo "sistemático". Cuyo centro sean las personas. Con semáforos inteligentes que midan el nivel de peatones y no solo el de coches. Y mientras mira por el rabillo del ojo los monitores que vigilan el tráfico de la ciudad en este centro de control desde el que nos atiende, López Carmona explica los flujos de los madrileños: hay atascos en todas las entradas, pero son más notables en el "arco este" de la M-30, en sentido ascendente: de sur a norte.
Turistas en el templo de Debod.
Turistas en el templo de Debod. 

Jesús Leal, catedrático de Sociología Urbana de la Universidad Complutense, tiene una explicación para este tráfico que trepa la ciudad: "En el sur hay la mitad de empleos que población ocupada. El norte, en cambio, concentra gran parte de la actividad". Muestra mapas y gráficos que ha trabajado con su colega Daniel Sorando y en ellos se ve un Madrid partido en dos por una diagonal que va, más o menos, del nuevo estadio del Atlético de Madrid, el Wanda Metropolitano, al antiguo, el Vicente Calderón. En el norte viven empresarios y directivos, hay menos paro y pocos extranjeros. El sur concentra asalariados, desempleo y migración. "Es una de las capitales más segregadas de Europa", asegura con sus datos para un estudio de 2015. Esta polarización, dice, es un problema: "Gente que vive al límite y de pronto ya no puede más; a la que le metes un impuesto mayor en un elemento clave y le genera un malestar enorme". Sus palabras resuenan como un eco, quizá de algo que está por venir. "El reto de Madrid es la población. Como sucede en todas las grandes ciudades".

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